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jueves, 16 de agosto de 2007

LA POSTMODERNIDAD Y LA CAIDA DE LOS VALORES COLECTIVOS


Para hablar de posmodernidad, hay que remitirse necesariamente al hombre como ser individual y no a un ser asociado a una colectividad. La racionalidad que propendía por la inclusión de valores y principios tales como la igualdad, la fraternidad y libertad, ligadas a las tendencias de la tecnificación y el desarrollismo social, condiciones y características que fundamentan la modernidad como sistema de creencias políticas e ideológicas en donde la razón, el pensamiento lógico y matemático son sus soportes, reposan aparentemente en una fosa común. gracias a la prevalencia de lo que muchos teóricos asumen como postmodernidad, que nos es más que el derrumbe de los ideales sociales e ideológicos sobre lo que se construye la modernidad.

Precursores como Inmanuel Kant o Max Weber hoy están sumidos en la profunda revisión y permanentemente se cuestiona sus postulados teóricos, además, son el reflejo de la revolución industrial que dio origen al sistema capitalista con sus múltiples contradicciones históricas.

El capitalismo surge precisamente de las condicionantes sociales de desigualdad e injusticia procedente de la tecnificación y la industrialización. Precedentes que dieron paso a la configuración del mercado y por supuesto del consumo, referentes importantes de la modernidad, al igual que la permanencia de la ilustración, la clarificación de los supuestos históricos, es decir, dejar al descubierto lo que había permanecido por siglos en la oscuridad, en un esfuerzo permanente de despojarse de lo mítico y lo ilusorio, eliminando lo atávico que coexiste en el hombre para atenerse a la seguridad científica. Esa referencia constante a la científicidad, es uno de los tantos argumentos que esgrimen muchos teóricos de la postmodernidad, la desacralización de la racionalidad para enfatizar en la individualidad como factor sustancial. El postmodernismo es la incipiente conformación de un paradigma de vida no economicista ni racionalista, pero si retrotrae lo que al decir de Octavio Paz, los requerimientos de la otredad, de lo viejo, lo antiguo como manifestación espiritual del hombre.

Una postura contradictoria en la medida que no deja claro su verdadera intencionalidad, ni dejan claro los argumentos que ratifiquen la existencia del hombre como ser en permanente transformación histórica, en síntesis un híbrido que necesariamente requiere interpretación y análisis.

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