El compromiso social del artista es con el arte y consigo mismo, cualquier injerencia que este fuera de estos parámetros es una condición aberrante e injustificada. Sin embargo, estas posiblidades de compromiso se han visto sujetas a las necesidades puntuales a las que conlleva el ejercicio artistico y por ende la del artista, en detrimento de su capacidad creativa. Muchos artistas estan hoy a expensas de la supervivencia, igual o peor que en siglos pasados, pocos son los que realmente tienen el compromiso real que conlleva su obra, como es la de transgredir, analizar y subvertir la realidad que le rodea. Hoy la crítica e inhospita economía de mercado hace que el quehacer cultural y artístico se convierta en un producto que satisfaga las necesidades artificiosas de algunos sectores de la población o en su defecto las necedades políticas de un sistema de gobierno y esto nos nuevo, históricamente las relaciones entre el artista y el poder político, económico y social han existido o coexistido. No olvidemos que muchos músicos, pintores, escultores de los siglos XI, XII y hasta el siglo XX, estaban sujetos a esos requerimientos. Salvo algunas valiosas excepciones. que fueron condenados alevosamente al olvido histórico, pero que gracias a la economía de mercado sus obras se venden en altas cifras de dinero, cosa que no sucedió en su momento. Interesante y parádojica contradicción humana.
Para ilustrar este ejemplo tomemos al pintor holandes Vincent van Gogh o su homologo Paul Gaughin, el primero un ser transtornado y fébril que solo alcanzó a vender un cuadro estando en vida y el segundo dejo su vida familiar para autoexiliarse en Tahití para dedicarse a su verdadera y única pasión, la pintura. Hoy las obras de estos artistas superan los miles de millones de dolares. Ejemplos como estos hay muchos.
Lo evidente en esta problemática estriba en como el artista debe ser forjador y defensor de su obra permitiendo así dimesionar su trascendencia histórica, sin caer claro esta en el derrotero puramente romántico, su obra tiene un valor, no un precio que se ajuste o impongan otros, sino que evidencie que el artista es un actor social importante y al cual no se le debe sustraer su dignidad humana, por lo tanto se le debe respetar tanto su capacidad creativa como su talento. Desafortunadamente son pocos los casos en donde el respeto, la dignidad, el talento y el compromiso sobreviven ante el advenimiento de un mercado que los impulsa en algunos casos a prostituirse como simple acto de supervivencia, actitud de alguna manera justificadas mas no compartida.
Vale entonces la pena definir algunos aspectos puntuales de esta disyuntiva si el quehacer artistitico y cultural tiene un valor o esta destinado al precio, ante esto tendriamos que definir estos dos criterios, ya que el primero alude a la importancia histórica y trascendente de la obra, mientras que el segundo entraría en la fatua designación comercial, ambas son importantes para el desarrollo del arte y la cultura, mas no equivalentes y eso es lo que debe tener claridad para no entrar en discusiones bizantinas. Dicho de una manera más castiza, juntos pero no revueltos.
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