El hecho migratorio en si, es un fenómeno que se ha dado a lo largo de los dos mil siglos de historia, ya sea franqueda por condicionantes politicas, sociales o economicas y como esto ha gestado la ciudad como ethos vital. No es extraño determinar entonc3es que la mayoria de las ciudades como las conocemos hoy dia, se han construido y fortalecido gracias a la migración, y como esto igualmente define procesos aglutinadores de cultura. Cada ser humano que emigra lleva consigo sus raices sociales, politicas y culturales, raices que disemina donde llega, creando espacios que permitan potencilizar el desarrollo colectivo o en su defecto la desazon y polarización, dando pie a fenomenos aislados como la discriminación y la pauperizacion social provocados por el choque cultural.
Dentro del concepto ciudad tenemos que enmarcar la cultura como eje generador y motivador del desarrollo social. Este concepto valida cualquier posibilidad de potencializar el factor humano como articulador del proceso cultural y como en su accionar, el hombre fabrica su propio mundo, su espacio. Esto facilita de alguna manera criterios de convivencia y de interacción con sus semejantes, generando así el diseño y planeación de la urbe como imaginario colectivo y como espacio físico donde alterna lo publico y lo privado. Lo publico es en esencia de todos, por ser el conjunto de inmuebles privados destinados por naturaleza uso o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden los limites de los intereses individuales de los habitantes, guardando algunas normas básicas que respeten y soporten este criterio, como su acceso, su mantenimiento entre otras, mientras que lo privado subyace en el criterio de la propiedad, ajeno a lo colectivo y que su disfrute es de algunos privilegiados. De ahí se desprende el uso y abuso del espacio publico y como las necesidades económicas han derivado en el fenómeno de privatizar o parcelar lo publico impidiendo un nivel de convivencia en la ciudad, dejando de lado al peatón o al habitante de la urbe que por derecho esta destinado al disfrute de lo público.
Sobre estas y otras directrices las formulas de planeación urbana no están diseñadas para fortalecer los criterios educación, cultura, y convivencia ciudadana. sino la ciudad como escenario de desarraigo y marginalidad producto de políticas pocos coherentes a los planes de inversión social.
A comienzos de siglo XX el mundo evidenciaba un desarrollo que respondía a las necesidades culturales de los diversos grupos de inmigrantes que poblaron las ciudades, así como a sus habitantes nativos.
Es un fenómeno real, las crisis tanto políticas, sociales como económicas, facultan la posibilidad del hecho migratorio. Ese impulso delirante que obliga tanto a hombres, mujeres y niños y familias enteras a labrar a punta de sus propios miedos y fantasmas, un espacio donde puedan vivir con dignidad, es a su vez el motor que ha desarrollado a muchas naciones del mundo.
La significación que tienen las migraciones es de singular importancia para conocer la conformación y el desarrollo de los pueblos, especialmente en relación con el nuevo mundo, vasto continente donde confluyeron, en su condición de descubridores, conquistadores y colonizadores, variados grupos humanos provenientes de otras regiones del mundo.
Para comprender este flujo migratorio bastaría echarle un vistazo a las condicionantes históricas en los periodos comprendidos entre la ultima década del siglo diecinueve y las primeras dos décadas del siglo veinte. Un nuevo ritmo en el reordenamiento territorial se creará en la posguerra como consecuencia de la primera guerra mundial. Estas circunstancias atenuaron el flujo migratorio hacia la tierra prometida: América.
LA NOCIÓN DE LO PUBLICO A LO PRIVADO DESDE LO SIMBÓLICO A LO CULTURAL
La construcción de escenarios como teatros, parques, plazas y en general, una concepción del espacio publico, referenciaban una ciudad moderna. Hasta mediados de siglo, compañías de Zarzuela, incluían a la ciudad dentro de su circuito de giras debido a que se contaba con la infraestructura adecuada para sus presentaciones. De igual manera, las manifestaciones culturales populares tenían como escenario las calles, parques y plazas, conservando cada una de estas expresiones su delimitada noción de cultura (una cultura de elite y una cultura popular), así como sus espacios diferenciados, sin mezclarse.
Urbanisticamente, el nacimiento y crecimiento de la ciudad correspondían a una planificación v a las nociones de espacio publico, amoblamiento urbano, equipamiento social y bienes culturales, consultaban los intereses y necesidades de la mayoría de los habitantes de la urbe.
Un ejemplo representativo de la drástica transformación de la concepción de lo que denominamos espacio publico ha sido la perdida de plazas y parques, espacios referidos al encuentro humano, a lo lúdico, a la interacción del habitante con la ciudad.
La ciudad-espacio de comunicación aparece como otra atalaya desde la que vislumbrar cambios de fondo. La estrecha relación entre expansión/estallido de la ciudad y crecimiento/densificación de los medios y las redes electrónicas, está exigiendo pensar la envergadura antropológica de los cambios en los modos de estar juntos, esas nuevas socialidades que empatan con los nuevos escenarios urbanos de comunicación. Escenarios ubicados a múltiples niveles y conformados por ingredientes bien diversos.
Los que corresponden al desequilibrio generado por una urbanización irracional y especulativa que se hace visible en el empobrecimiento de las solidaridades e interacciones vecinales, la reducción de la ciudad usable por los ciudadanos y su compensación por la cultura a domicilio y la reinvención de unos lazos sociales en los que se entreteje la información que circula por las redes internacionales con la necesidad de pertenencia y de arraigo local .
Los escenarios que trazan los imaginarios desde lo que la gente siente y se representa su ciudad: acontecimientos, personajes, mitos fundadores, lugares, olores y colores, historias, leyendas y rumores que la narran e identifican siguiendo topografías y trayectos bien diferentes de los que manejan los planificadores y al mismo tiempo modernización, tensión entre memorias étnico-locales y memorias trasnacionales, produciendo un mosaico cuya figura remite menos a las regularidades que pautan los expertos que al desorden y al caos que experimentan en su habitar los ciudadanos . O los escenarios de la ciudad-acontecimiento que, al trastornar la cotidianidad inerte, sacan a flote la fragilidad del moderno orden urbano poniendo al descubierto la corrupción que enlaza la explosiva ineficiencia de los servicios públicos –inundaciones que dejan en la calle miles de habitantes por mal estado de las redes de alcantarillado o escapes de gas que vuelan barrios enteros– con los dispositivos subterráneos del poder; y también el espesor comunicacional de las estrategias de supervivencia y de conformación de identidad ciudadana entre los marginados.
De igual manera las condiciones del espacio publico de las calles y avenidas están enrarecidas por fragmentos de la economía informal producto de la fuerte recesión económica que viven los países de America Latina, situación que imposibilita el desplazamiento normal del peatón y por ende de la circulación vehicular.
Muchas de las ciudades latinoamericanas, exceptuando los grandes nucleos urbanos, han crecido sin planeación, construyendo y deconstruyendo los pocos espacios sin permear en la convivencia y la noción que del espacio publico se tiene, presentando desde hace unos veinte años un diagnostico de una ciudad hecha a mordiscos y no una ciudad construida desde los simbólico, con visión y progreso, planeada y diseñada de manera orgánica donde se respete el espacio publico y al ciudadano como representación de lo urbano.
Esa noción de ciudad nos conduce a la posibilidad de construir una dimensión nueva de la existencia donde la complejidad, el reconocimiento del otro, el rescate de los símbolos, la formulación del espacio público y la creación de ciudadanía seria el motor que impulsaría el desarrollo cultural de la ciudad.
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