La guerra parecería ser un un estado natural del hombre, casi primaria e instintiva, para la cual la lógica y la razón no existen o no tienen fundamento alguno. De ahí se desprende lo sintomático de la sinrazón beligerante que algunos países poderosos y no poderosos han asumido a lo largo de su historia, como parte de su estilo de vida.
Esta reflexión aparentemente vaga nos conduce a concebir un mundo donde las actuaciones guerreristas se han convertido de manera recurrente, en la forma de explicar las entelequias del poder y también la manera de entender porque existen divisiones territoriales a expensas de las poblaciones humanas, así como la desmedida ambición de muchos sectores políticos y económicos de países considerados desarrollados y otros que no alcanza su mayor nivel de progreso, pero que están dispuestos a sortear las posibilidades de la guerra para justificar su permanencia y poderío o en su defecto para exigir y justificar su existencia. Ejemplos hay muchos: Palestina y su guerra histórica con el estado de Israel, la guerra de Vietnam y la intervención americana, Afganistan y su lucha contra invasión de la otrora Unión soviética, el fundamentalismo islámico y su lucha frontal hacia los países occidentales, mas exactamente los Estados Unidos y la lista continua. Solo estos pocos ejemplos demuestran como el hombre ha actuado primariamente en búsqueda de un absoluto concepto de poder y emancipación, sin importarle que irremediablemente lo puede conducir a su extinción.
Preocupante y alarmante situación cuando pensamos que históricamente la guerra ha ido de la mano del desarrollo humano y como este ha suscitados cambios sustanciales a nivel demográfico, político, económico y social. Hecho lamentable pero certero. Teniendo en cuenta que la beligerancia no solo es entre países, sino también las condiciones están dadas en el interior de los mismos. Colombia no es la excepción. El país ha convivido por una guerra civil no declarada desde hace varias décadas y su mayor detonante ha sido las exigencias políticas de gobiernos maniqueistas y poco participativos en el accionar social, generando fenómenos sociales como guerrilla, paramilitarismo y sicariato, problemas que no han sido coyunturales sino que se han enquistado, generando desazón y zozobra en el conglomerado social. Condición determinante hasta donde es posible llegar en búsqueda del poder y mantenerse en el a expensas de la gran mayoría humanista y pacifista. Razones hay muchas, pero la única y verdadera es la sinrazón de la guerra a perpetuidad para lograr consolidar su estado de cosas: la venta de armas, la expansión y dominio, la protección de interéses económicos de sectores poderosos y la lista también continua.
Pero esto no es privilegio de Colombia, igual sucede en países del continente latino americano y que muchos, especialmente sus pueblos conocen, pero callan, por temor o por indiferencia. Lo único realmente probable, consiste en desarmar el espíritu hostil, beligerante del hombre, tarea difícil y casi que imposible, teniendo en cuenta que la condición violenta es inherente a la condición humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario