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viernes, 4 de abril de 2008

LA COMUNICACIÓN COMO TRANSGRESORA O MODELADORA DE LA SOCIEDAD


Las sociedades históricamente establecidas han desarrollado en su interior modelos propios de comunicación. Esa interacción ha sido un punto determinante para el desarrollo humano por ser la canalizadora de la diversidad, pluriculturalidad y de la individualidad de la sociedad o comunidad a la que pertenece. Vale aclarar que los verdaderos procesos de comunicación están ligados a lo humano, los demás son variantes del mismo proceso, variantes que están sujetas a los avances tanto industriales, técnicos y tecnológicos que el hombre en su permanente transformación del conocimiento ha logrado implementar a los largo de dos mil años de historia. Para Vattimo ciertamente la modernidad ha concluido porque su aspecto esencial, el valor determinante que es el hecho de ser moderno ha terminado.

Igualmente propone la hipótesis que no se puede seguir hablando de la historia como "entidad unitaria" e incluso de la idea de la historia porque conjuntamente con el fin del colonialismo y el imperialismo ha irrumpido un factor nuevo; La sociedad de la comunicación de masas .y añadiríamos la sociedad de mercado, ambas trabajan y se reconstruyen indisolublemente. Con la irrupción de la telemática y otros procesos comunicativos aparece una causa que incide en el fin de los meta relatos o grandes relatos como los llama el propio Lyotard.

Estos indicadores de transformación en el campo de la comunicación nos llevan a contemplar al hombre sobre otro direccionamiento, el estrictamente trasgresor de la realidad y de la cotidianidad al buscar diferentes maneras de comunicarse con sus otros congéneres, ya sea con los procedimientos técnicos como el cine, la fotografía y más adelante con la televisión. Factores que no son más que prolongaciones de los sentidos y de sus campos de percepción, motivando así diversas maneras de transgredir la realidad o en su defecto de modelarla a su antojo. Del mismo modo, y si nos remitimos históricamente, el hombre ha buscado comunicarse permanentemente a través de su corporeidad y sus variantes rituales como el teatro y la danza con sus respectivos significantes que van originar sus múltiples significados.

Dichas expresiones además de ser una forma extraordinaria de comunicación humana y que permite la expansión imaginativa, es a su vez una de las tantas formas para reinventar la realidad y transmitirla hacia sus semejantes para que su vez se reinterprete de manera subjetiva. Tanto el teatro como la danza han sido consustanciales con el desarrollo humano, tanto así que la danza es una de las mejores formas de acercamiento corporal existentes para lograr los efectos de la conquista amorosa y sexual. Entre los mismo animales existe una especie de ritual rítmico muy parecido a la danza que logra los propósito instintivos de procreación, mientras que en el hombre se da como un acercamiento físico corporal y extracorporal en la medida que existe una sinergia de quienes envían y reciben los propósitos expresivos que conlleva el ritual danzístico. Lo mismo sucede con el teatro, teniendo en cuenta las diferencias linguísticas entre el uno y el otro, sin embargo, ambos llevan el mismo direccionamiento como es la necesidad de comunicar y de subvertir el orden reinante para implantar un nuevo orden de cosas.

Habitualmente, relacionamos la acción teatral con la representación dramática cimentada en actores expresando los parlamentos de una obra o tallando acciones en un escenario. Pero, en un comienzo, lo teatral desconocía la oposición entre público y escena; y no era acción sino canto y "visión". Según Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia, los orígenes del teatro se hallan en la veneración religiosa del dios griego Dionisos. Lo teatral era coro que exaltaba, mediante el ditirambo, las grandezas del dios de la vid, la exuberancia y las metamorfosis. La acción dramática allí no consistía en diálogos entre personajes en escena, sino en cánticos de alabanza divina. Cánticos mediante los cuales los integrantes del coro dionisiaco, los sátiros, se transformaban mágicamente en la divinidad adorada. Así, en sus comienzos, en el teatro griego no había "acción" en su sentido corriente, sino "visión" del dios. En un latido posterior, del coro emerge un coreuta que deviene actor que, portando una máscara, actúa en representación de Dionisos. Luego, surgirá el diálogo entre otros miembros del coro y el actor, que encarnaba al Dios. Comienzo del juego de separaciones entre escena y público, obra y representación El público de espectadores, tal como lo conocemos nosotros, fue desconocido para los griegos: en sus teatros, dada la estructura en forma de terrazas del espacio reservado a los espectadores, que se elevaba en arcos concéntricos, haciendo posible a cada uno mirar desde arriba, con toda propiedad, el mundo cultural entero que le rodeaba, e imaginarse, en un saciado mirar, coreuta él mismo. (1)

De igual manera la importancia de la mascara para el teatro como fuerza expresiva esta relacionada con criterios de orden simbólico y de estructuración de los condicionantes rituales para poder decir algo a alguien, sustentando sobre el campo de experiencia de ese alguien obteniendo una respuesta, o en su defecto ocultar lo que no se quiere mostrar, para poder redefinir una realidad. Las máscaras ocultan el rostro pero, a un mismo tiempo, revelan. Revelan el poder de identificación del ser humano con arquetipos, dioses, personajes míticos, arquetipos, que la máscara representa. Esta potencia de metamorfosis y ampliación de la sensibilidad humana tuvo un fundamental rol en la historia de los ritos. Según el Dramaturgo y director Teatral Peter Brook “Una máscara es una calle de doble mano: emite un mensaje de ida, y proyecta otro mensaje de vuelta; opera según la ley de ecos. Si la cámara de eco es perfecta, el sonido que ingresa y el sonido que egresa son reflejos; hay una relación perfecta entre la cámara de eco y el sonido. Pero si no sucede así, todo resulta como en un espejo deformante. En este caso, si el actor devuelve una respuesta deformada, distorsionada, la máscara misma adoptará un rostro deformado”. Esa resignificación se da igualmente en la comunicación humana al ser torpedeada por factores de ruido tales como muletillas, gazapos y disociaciones cognoscitivas en el discurso oral, pero al mismo tiempo estos factores de riesgo en la comunicación se convierten en su mayor fortaleza, aunque resulte contradictorio, de esa disociaciones cognoscitivas se ha nutrido la tradición oral de la mayoría de los pueblos y sociedades.

Remitámonos al cine como medio altamente expresivo y conceptual donde se condensan la técnica y signos inequívocos de significación y reintrepetación de diferentes realidades apoyados sobre referentes estéticos y culturales de una sociedad altamente desarrollada o en proceso de permanente transformación. El cine es el único arte capaz de expresar adecuadamente la experiencia de la técnica y sus efectos sobre la percepción. En un fragmento de París, capital del siglo XIX, Walter Benjamín definió el cine como "la manifestación de todas las formas de visualización de los tiempos y de los ritmos prefigurados por las maquinas modernas, de forma tal que todos los problemas del arte contemporáneo encuentran sólo en el ámbito del cine su formulación definitiva".

El cine expresa - por su naturaleza técnica y productiva - la experiencia de la discontinuidad que las "maquinas modernas" introducen en cada aspecto de la vida cotidiana. Para comprender esta afirmación es necesario tener presente las mutaciones que la técnica - a fines del siglo pasado y en los primeros decenios del Novecientos - imponía a la relación del hombre con la naturaleza y a su misma fisiología. Todo film está compuesto por un movimiento de tomas que al instante precipitan en lo invisible; el montaje trata de salvarlas, entrelazándolas en un sistema de raccords, de cortes, de vueltas y de relaciones que de alguna forma compensa su carácter efímero: "Llegó el día en que el film remitió a una nueva y urgente necesidad de estímulos. En el film la percepción a saltos se afirma como principio formal. Lo que determina el ritmo de la producción en cadena, condiciona en el film el ritmo de la recepción".

Inclusive la técnica de la actuación parece reflejar en el cine la descomposición en fragmentos de la experiencia. El actor teatral todavía podía identificarse con su personaje y ofrecerlo al público con el aura de lo irrepetible: su aparición estaba ligada al momento mismo de la interpretación y a la unicidad de su presencia sobre el escenario. La actuación del actor cinematográfico en cambio está condenada a descomponerse en fragmentos: "Su ejecución no es unitaria, sino que se compone de muchas ejecuciones. Junto a miramientos ocasionales por el precio del alquiler de los estudios, por la disponibilidad de los colegas, por el decorado, etc., son necesidades elementales de la maquinaria las que desmenuzan la actuación del artista en una serie de episodios montables" (Benjamín, 1989: 37). A la actuación cinematográfica le pertenece un efecto natural de extrañamiento que en el teatro en cambio puede derivar sólo de una intención estética consciente, como se encuentra en los dramas de Brecht.

En efecto, la danza, el teatro y el cine son las expresiones más sólidas de comunicación existentes que conllevan en sus patrones de significación variables estéticas, paralelo a esas expresiones, encontramos el discurso periodístico y radial y posteriormente el televisivo, grandes logros de la modernidad, precursores en cierta forma del manejo ideológico y político de un sistema social. Este carácter ideológico que ofrecen los medios de comunicación de masas como los anteriores, son el puente mediador entre el que ejecuta el mensaje, con un soporte efectista hacia quien lo recibe. Para nadie es un misterio que los criterios ideológicos establecidos en los medios normatizan y generan actitudes y modelos de comportamiento. De ahí se derivan los conceptos ligados a lo mediático, sujeto a criterios disfuncionales del pensamiento en el usuario propiciados por y desde los medios.

El o los usuarios, responden por estimulo más no por convicción racional, sin embargo el hecho de que opine o modifique el discurso no significa que este discurso no haya sido sometido a un proceso previo de interpretación y de análisis por quien lo realiza y ejecuta, en efecto variables de significación en el discurso de la narrado a través de la prensa, la radio y la televisión son permanentes, porque mientras alguien diga algo sobre los fenómenos de la sociedad, siempre conlleva una mediación ideológica modeladora de los patrones de una sociedad, por muy organizada, desarrollada o moderna que esta sea.

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