Aunque suene a perogrullada, hablar de cultura es hablar del quehacer del hombre como género en este vividero azul llamado tierra. Un quehacer al que muchas veces se le incorpora factores erráticos amparados bajo los valores de la tradición y de la identidad de los pueblos. Es así como a través de esos factores encontramos las fiestas tradicionales, las prácticas rituales sexuales y las relaciones del individuo con su hábitat. Ejemplos que van y vienen y por todos conocidos, las corridas de toros, las corralejas, los carnavales, la deforestación, la castración en muchas culturas tribales, la exclusión de género (donde la mujer es menos que un mueble) y el mal comportamiento ciudadano en las polis grandes o pequeñas son algunos de ellos
No se trata de debatir que es lo correcto o incorrecto, so pena de ser excluido, es un planteamiento desde una perspectiva crítica y saludable de lo que puede estar afectando eso que llamamos cultura, sin llegar a los extremos o a un determinismos fatuo, los comportamientos culturales están ligados a fomentar desarrollo, pero cuando nos enfrentamos a rituales casi barbaros como la fiesta brava y las corralejas en algunos pueblos de la costa Caribe colombiana, una especie de circo romano a ultranza, nos preguntamos si eso dinamiza la cultura y la raigambre de un pueblo, sus defensores dirán en efecto que si y sus detractores responderán lo contrario, pero lo cierto es que ese purismo categórico para nada enaltece y fomenta el desarrollo cultural, la corralejas como la fiesta brava son tradiciones barbaras heredadas de generación en generación, eso no tiene punto de discusión y están arraigado
en el imaginario que es difícil extraerlo de tajo, lo que habría que revisar es su procedimiento, hasta donde podemos aceptar el sacrificio humano y el de un animal tal como se dan en estas fiestas, donde la sangre, el licor y fluyen de manera morbosa y cómplice, igual sucede con la ablación del clítoris (cortar el glande del clítoris) para evitar los orgasmos, asi como la infibulación (de fíbula: alfiler) que es cerrar la vagina cosiéndola con una fibra y una aguja o astilla de hueso, para garantizar que el futuro marido recibe una mujer virgen, practicas a las que son sometidas las mujeres de algunas zonas del África y el Oriente, prácticas aberrantes y degradantes, pero aceptadas por que están amparadas por aquello de lo que mal llamamos tradición, palabra que, al igual que Dios, la utilizamos para justificar cualquier cosa en su nombre.
No olvidemos que los fundamentalistas cometen sus actos para lograr su camino de salvación para reunirse con Dios, al igual que el sicariato y la mafia organizada, antes de cometer cualquier acto delictivo piden la protección de los Santos y la Virgen como una forma de expiación. De esto se ha escrito y dicho demasiado y todavía queda mucha tela para cortar.
Qué decir de los comportamientos humanos y ciudadanos ante su entorno y el conglomerado social, donde impera el irrespeto ante el otro, hacia la naturaleza. Es lógico que alguien arroje basura a los ríos, a los mares, es lógico que para acceder a un transporte colectivo, alguien este apostado en la entrada del vehículo cual bandera o estatua viviente, poniendo en riesgo su seguridad y de los que tratan de subirse a este servicio público. Estos absurdos afectan la cultura y el desarrollo social de eso no hay ninguna duda. Nada de lo humano me es extraño, parafraseando al maestro Erich Fromm. Lo único que nos queda es mirar la vida con los ojos bien abiertos, no vaya a ser que nos dejen ciegos.
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