“Antes de alejarnos tuve lastima, cerré bien la puerta de entrada y tire la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.
Julio Cortazar (Casa Tomada)
Lo extraño, lo ajeno, aquello que por si mismo cambia el orden cotidiano de las cosas, es un punto clave tanto en el cine como en la literatura. Aquel elemento que trastoca directa o indirectamente el ritual ordenado de la vida de muchos seres humanos, es lo que de ahora en adelante llamaremos “extraño ante el espejo”, porque en él recae todo el peso y el hilo conductor de las historias contadas en el cine. Es el fiel reflejo de que la vida tiene y recobra sentido si estos elementos aparecen de cuando en cuando, con el firme propósito de recrear nuestro espacio vital o por el contrario hacernos la vida insoportable. En la imagen en movimiento sucede exactamente lo mismo, porque recordemos que ésta, es nuestro espejo, sin menoscabo del placer estético.
Como en el ejemplo de Casa Tomada de Cortazar, donde el aparente orden de los habitantes de esa casa es subvertido por algo, cambiándoles de inmediato su modo de vida, llevándolos al abandono, en el cine el extraño aparece de múltiples formas; como una mujer atractiva y libre de prejuicios y algo fuera de época en la figura de Michelle Pfieffer, en la cinta dirigida por Martín Scorcesse la “edad de la Inocencia, a manera de un piano y la música que éste desprende, en la película de Jane Campion, el Piano. Aquí el objeto cumple su simbología al ser el punto de comunión y comunicación entre sus protagonistas y al mismo tiempo el perturbador en un ambiente lleno de atavismos. En “Candilejas”, una de las pocas películas parlantes de Charles Chaplin, el “extraño” tiene la apariencia de una bella y delicada bailarina que conmueven las fibras de un cómico en decadencia, donde el amor trasciende las fronteras de la edad y nos lleva de la mano por los caminos de la vida. La elogiada cinta colombiana “La estrategia del Caracol” no es ajena a la incursión de este elemento perturbador, representado en las fuerzas de seguridad que intentan ir en contravía de la cotidianidad de los habitantes de una casa de inquilinato. O simplemente toma forma de Voyeur profesional, en el venerado thriller de Hitchcock “La ventana indiscreta”.
Muchos filmes llevan el sello disociador del extraño ante el espejo de la ficción, y nos atreveríamos afirmar que todas y cada una de las historias tanto del cine como en la literatura, relacionan en su narración la presencia de un elemento disociador, extraño o subversivo que perfila y define el discurso narrativo como tal, sin este elemento es susceptible que las historias sean planas y sin mayor pretensión estética y conceptual. Sé caería fácilmente en la monotonía donde nada, absolutamente nada sucede y cuando acontece ya la narración ha perdido interés en el espectador, porque su llegada es tardía.
Lo cierto es que lo raro, lo diferente, seduce, atrae y en algunos momentos repele de acuerdo a las circunstancias en que se suscitan. Pero sin este elemento el cine, el arte, la literatura y la vida misma perderían un nutriente valioso para el desarrollo de futuras historias ya sean reales o imaginarias. Aunque a veces la ficción se confunde con la realidad y viceversa
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