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miércoles, 9 de enero de 2008

LA COMUNICACIÓN INCOMUNICADA.


Este argumento aparentemente es un contrasentido en la medida en que estamos a los ocho primeros años del Siglo XXI sujetos a la globlalización o “Aldea Global” como hace algunas décadas lo planteará Marshall Mcluhan, ante la fuerte arremetida de los medios de información. Sin embargo, ese proceso de modernizacion de las grandes y pequeñas sociedades, ha desencadenado un desajuste de formación y de comprensión del conocimiento. Estamos más informados, es cierto, gracias a la Televisión y a la red global de información, pero menos formados en valores y principios, nuestros procesos de comunicacion se supeditan a chatear por Internet, sin una real proxemia de los interactuantes, se sabe de todo pero no se conoce de nada, somos civilizados, pero no nos entendemos, nuestra aproximación a la realidad o a las realidades colectivas o individuales estan mediadas por los diferentes mecanismos de interpretación de quienes detentan el poder de la información más no del conocimiento.

Entrariamos nuevamente en el custionamiento inefable de la postmodernidad como síntoma de la ruptura del paradigma racional y la presentación de nuevas formas de comunicación opuesta y contradictoria a la moral, a la estetica y a la historia.

La postmodernidad es una época de nostalgia, de Nihilismo, de crisis de paradigmas, de pluralismo como episteme, de vivencia del tiempo aión. En el tiempo aión el presente es la intersección de pasado y futuro, aión "es el instante sin espesor" dice Deleuze. Es un término polisémico. Nos habla de un fin de la historia. Tesis que defiende Francis Fukuyama pero que Jean Baudrillard descalabra diciendo que la ilusión del fin es la más grande de las ilusiones, puesto que "En el fondo, ni siquiera se puede hablar del fin de la historia, ya que no tendría tiempo de alcanzar su propio fin". Cioran nos hablará de la posthistoria: "El fin de la historia está inscrito en sus comienzos - la historia, el hombre presa del tiempo, llevando los estigmas que definen, a la vez, al tiempo y al hombre. Así como los teólogos hablan, y con justa razón, de nuestra época como de una época post-cristiana, así se hablará un día de las ventajas y desventajas de vivir en plena post-historia. El tiempo histórico es un tiempo tan tenso que es difícil no ver cómo podría no estallar".

Gracias a estos argumentos, el hombre ha entrado en una etapa decisiva, estableciendo maneras propias de generar comunicación, desligando sus paradigmas comunicacionales y culturales y diseñando unos nuevos, que a su vez los aleja, no los aproxima, lo incomunica. Ya su existencia no tiene sentido, sino es asumida desde el rigor de los medios, mas no de la historia, porque esta no le interesa.

También sin el menor riesgo se puede sostener que, a partir del uso sistemático de los medios, desde la segunda guerra mundial a nuestros días, poco a poco nuestras percepciones sobre los límites entre lo público y lo privado, las fronteras entre sujeto y objeto, entre realidad y ficción, han sufrido grandes modificaciones. Es desde esta consideración que, en la versión pesimista, Baudrillard (1993) sostiene, por ejemplo, que los aspectos más íntimos de la vida diaria de las personas son la materia prima con que se alimentan algunos de los contenidos programáticos de los soportes comunicativos, ya sea el Diario, la Revista, la Radio, la Televisión, el Internet, el Teléfono, entre otros. Este panorama un tanto desalentador nos impele a reflexiones serias sobre la responsabilidad y el sentido etíco de los medios dentro de los que llamamos modernidad. Somos modernos en la medida en que todas y cadas estas variantes comunicativas estan a nuestro alcance y podemos, si se quiere, conocer otras culturas, negociar, y reconocernos pero a riesgo de violentar la intimidad de los otros, lo que hace mas dificil una comunicación real y efectiva.

Desde el tam – tam de la tribu hasta llegar a el Internet se han tejido innumerables formas conocidas de acercarnos, pero al entrar en sus contenidos, lo que se hace es polarizar y desencadenar invidualidad, soledad y desencanto. Basta con encender el televisor y descubrir que lo ofrecido a traves de la publicidad y las ofertas de consumo son prácticamente inalcanzables. Basta con leer los periódicos para solidarizarnos con la barbarie. Basta con navegar en el ciberespacio para reconocer que estamos solos en medio de la multitud. Un contrasentido de la modernidad y de la civilización. Jesus Martín Barbero aclara que existen diferentes movimientos para comprender la realidad de nuestros paises, que es igualemente aplicable al resto de la realidad mundial, y es la peculiar compenetración -complicidad y complejidad de relaciones- entre la oralidad que perdura como experiencia cultural primaria de las mayorias y la "oralidad secundaria" que tejen y organizan las gramáticas tecnoperceptivas de la visualidad electrónica.

Estamos ante una realidad influenciada y manipulada desde los diferentes lenguajes, lenguajes que son aplicables mayoritariamente por esta generación y las del futuro próximo. Unas generaciones que les ha tocado vivenciar y conocer las crisis políticas, filosóficas y sociales de un siglo XX enfermo y desgastado por las contradicciones humanas y la llegada de un siglo XXI donde las condiciones de asislamiento, individualidad, tecnificación son los argumentos solidos para la simple superviviencia, unidos a la sacralización del espiritu y la economía de mercado. Hoy por hoy las condiciones de frenesí histórico que evidenciaba un clima esperanzandor para el desarrollo humano han soportado declives importantes, ya no existe el nucleo social por excelencia: la familia. Es indiscutible que factores socioculturales y económicos han resquebrejado el orden familiar y con ello el bienestar humano. Los patrones de tolerancia, respeto y convivencia que aglutinaba las relaciones de pareja han decaido o simplemente no existen o nunca existieron. En sintesis, no existe la temperancia, un factor que solidifica cualquier relación humana.

Existen si, nuevas formas de relacionarnos, de socializar, de empatizar con los otros a tráves de los nuevos lenguajes y de nueva formas de acercamiento sexual y corporal Hay mayores niveles de aceptación hacia la homosexualidad como preferencia, sin embargo, siguen existiendo los ghettos que aislan dicha preferencia, al igual que muchas otras formas de discriminación, generada hacia los negros o los indigenas, juntos pero no revueltos, parece ser la premisa. Lo importante es marcar el territorio, definir una frontera que me permita saber que estoy aquí y que lo que me rodea, me pertenece, hacer de lo ajeno, propio. No existen unas condiciones propicias que solidifiquen el desarrollo del hombre como tribu planetaria en comunión con la naturaleza. So pena de ser herético, basta confirmar que el desarrollo del conocimiento y de pensamiento no han sido sustancialmente modificado, seguimos pensando al igual que en siglos anteriores, pero con nuevas herramientas de codificación para plantear el sofisma del desarrollo, la modernidad y el progreso. Seguimos capitulando ante la barbarie cual hombre de Neanderthal, lo único que nos diferencia es que ya no utilizamos garrotes sino misiles de largo alcance y el Internet para poder negociar y comunicarnos.

El ser humano, en cuanto ejerce su dominio sobre la naturaleza, se humaniza, pero en ese proceso de dominación, somete a aquellos otros seres humanos que justamente necesita para su humanización. Ya sabemos que Renato Descartes definió al hombre como "Amo y señor de la naturaleza" y sabemos también que la pretendida universalidad del "buen sentido" o "razón" no es tal, por lo mismo que hay algunos que no saben hacer uso correcto de ellos y necesitan, por eso mismo del "hombre prudente". "No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien" (Descartes 12). El mejor y más bien intencionado pedagogismo regula, pues, la manera de ejercer la razón por parte de esa humanidad que se arroga el principio mismo de una "razón bien razonada", a la vez que funda el sistema de relaciones humanas en el proceso de "dominación" y "señorío" de la naturaleza.

Estas aporías no siempre han tenido la misma fuerza y es en nuestros días, como consecuencia de las formas irracionales de explotación de los "recursos naturales" y, con ellos, de la destrucción de la biota, que se ha venido a descubrir, con alarma, que el hombre en cuanto depredador y degradador del entorno natural, es inevitablemente depredador y degradador de sí mismo, por cuanto es también naturaleza. Y si bien es cierto que entre lo que sería aquel hipotético "grado cero de cultura", el bebé en la cuna y la naturaleza, se han dado inevitable y necesariamente siempre formas de mediación -la cuna en sí misma es mediación- no podemos negar la fuerza regeneradora de nuestra vida que posee el añorado "regreso a la naturaleza", por lo general en muy buena medida, saludable.

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